Tal parece que la compra
de conciencias y una cortina mediática nunca antes vista, nublan la vista de una
mayoría que busca cómo derrotar la oscuridad invisible que dirige su voluntad,
como vacas al chiquero.
La inacción de muchos, el acotejarse de otros, la dejadez de éstos, el acomodaticio dejar pasar, dejar hacer de aquellos, el no querer ver la viga en el ojo propio y buscar la paja en el ojo ajeno, ha creado una suerte de sopor nacional, de conformidad, de impotencia.
Hemos permitido el éxito
de la política que nos hace ver la parte como el todo, mientras, mantenemos la
esperanza de que esto no puede continuar, que la situación nacional ya tocó
fondo, que no hay más espacio para caer en la profundidad abisal que lleva a la
desaparición de la República.
Quien inventó el "todos
contra todos" en los deportes, tuvo como objetivo hacer que cada uno de los
participantes se esfuercen para ser mejores, de modo que se imponga el que
tenga mejor entrenamiento y disciplina, aquel cuya táctica y estrategia sean las
adecuadas para el momento.
En los deportes hay reglas de oro que deben ser respetadas para que el "todos contra todos" pueda ser un ejemplo de competencia leal, respetuosa, honesta, limpia, transparente.
Ese tipo de competencia
es el que ha sido olvidado, soslayado, para imponer como oro de buena ley, las
jugadas sucias que pueden dar la victoria, temporalmente, hasta que los demás
actores se percatan de la necesidad de virar la hoja y volver al camino que
demanda el país para lograr hacer realidad las aspiraciones de una sociedad
justa, democrática, respetuosa de las leyes que no afecten el desarrollo del
pueblo.
Para quienes se hacen los
ciegos y no ven la trágica realidad de hoy, aquellos que prestan oídos sordos a
los desmanes que se cometen desde el Poder Legislativo, desde el Poder Judicial,
desde el Poder Ejecutivo, a quienes prefieren el "en boca callada no entran
moscas", hay que explicarles, de manera machacona, insistente, minuto a minuto
que la Nación tiene derecho a vivir sin temor.
Sin el temor de que un o un grupo de legisladores venda su voluntad aunque perjudique el país, sin temor a que los tribunales superiores actúen guiados por un interés político partidario, sin temor a que el Presidente de la República se haga cómplice de la corrupción, al no perseguirla, al permitir que continúe.
Mañana mientras se afeita vea al hombre del espejo, converse con él y dígale si está conforme con que el Partido de la Liberación Dominicana haya secuestrado el país usando toda suerte de vagabunderías y montones de dinero mal habido, o si está dispuesto a trabajar para cambiar esta situación. Escoja.
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