La
convención del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) no sólo dejó el amargo
sabor a que nos tiene acostumbrados, no importa quiénes sean sus actores,
habituales o practicantes de una decencia que siempre estará sometida a prueba.
Y es que la fuerza de la tradición se convierte en regla de comportamiento.
Pareciera que son las porfías los motivos que le dan vitalidad a su accionar. Y
si las mismas resultan insuficientes, entonces irrumpe el caos, la violencia. No
obedece a la dinamia de las grandes hazañas, que implican sacrificios, a veces
mayores, pero con resultados que trascienden a la historia.
En este caso, es una apuesta como si se programara la autodestrucción. Tiene lamentables implicaciones de orden público, toda vez que se altera el ánimo y la paz ciudadana, con agravantes: heridas, incluso graves. Afortunadamente, esta vez no hubo pérdida humana.
Una actividad que se asumía para solventar el final de un diferendo, desata otro nivel de conflictividad. Esta vez hubo un nuevo ingrediente: Los perredeístas no se conformaron con sus trifulcas. La seguridad maltrató con brutalidad y vías de hecho a varios camarógrafos. Incluso uno fue despojado de un dispositivo de una cámara de televisión. Y varios periodistas se vieron expuestos a la violencia que se desató en una circunstancia que sólo sus protagonistas pueden contar con propiedad.
En fin, el derecho a buscar y transmitir informaciones fue lesionado, y la seguridad de los comunicadores fue puesta a riesgo, lo que compromete al PRD y a su liderazgo institucional. Repudiamos la actuación de los agentes mal llamados de seguridad y cuestionamos a la autoridad a que obedecían.
El momento es oportuno para señalar que entre los políticos hay una tendencia a censurar a los medios de comunicación, y particularmente a los periodistas, cuando su comportamiento queda expuesto, o simplemente en entredicho. Se asumen como incólumes. ¡Ay si se sienten criticados! Los hay en todos los bandos, en algunos, con cierta propensión a las amenazas veladas y otras veces a los insultos. Igual rechazamos ese temperamento.
El PRD debe adecentarse.
Los periodistas seguiremos cumpliendo nuestro deber.
http://www.elcaribe.com.do/2014/07/23/decencia-prd
En este caso, es una apuesta como si se programara la autodestrucción. Tiene lamentables implicaciones de orden público, toda vez que se altera el ánimo y la paz ciudadana, con agravantes: heridas, incluso graves. Afortunadamente, esta vez no hubo pérdida humana.
Una actividad que se asumía para solventar el final de un diferendo, desata otro nivel de conflictividad. Esta vez hubo un nuevo ingrediente: Los perredeístas no se conformaron con sus trifulcas. La seguridad maltrató con brutalidad y vías de hecho a varios camarógrafos. Incluso uno fue despojado de un dispositivo de una cámara de televisión. Y varios periodistas se vieron expuestos a la violencia que se desató en una circunstancia que sólo sus protagonistas pueden contar con propiedad.
En fin, el derecho a buscar y transmitir informaciones fue lesionado, y la seguridad de los comunicadores fue puesta a riesgo, lo que compromete al PRD y a su liderazgo institucional. Repudiamos la actuación de los agentes mal llamados de seguridad y cuestionamos a la autoridad a que obedecían.
El momento es oportuno para señalar que entre los políticos hay una tendencia a censurar a los medios de comunicación, y particularmente a los periodistas, cuando su comportamiento queda expuesto, o simplemente en entredicho. Se asumen como incólumes. ¡Ay si se sienten criticados! Los hay en todos los bandos, en algunos, con cierta propensión a las amenazas veladas y otras veces a los insultos. Igual rechazamos ese temperamento.
El PRD debe adecentarse.
Los periodistas seguiremos cumpliendo nuestro deber.
http://www.elcaribe.com.do/2014/07/23/decencia-prd
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